La primera vez que ingresé a ese Hall, tan grande y oscuro, la primera vez que subía esas escaleras en la entrada, pensando que los alumnos parecían doctores vistiendo ese delantal blanco, con sus nombres bordados de rojo en el bolsillo superior derecho de esa pulcra cotona.Imponente se encontraba la estatua de Diego Barros Arana, con la mano rota y algunos manchones de pintura verde encima.
Miré a mi hermano y me dio pena, por nada del mundo quería ingresar ahí, ya estaba acostumbrado en colegio mixto, y ciertamente las intenciones de mi madre eran dejarnos internados a ambos. Con el pasar de los años, nos dimos cuenta que en su mayoría, los internos la pasaban mucho mejor, pero siempre se extraña el hogar...
Resolviendo los exámenes de admisión en la biblioteca, silencio total en la sala, mi hermano frente a mí, sentados en la misma mesa, jugándonos nuestro futuro colegial en esos instantes, todo para ingresar al Internado Nacional Barros Arana.
Pasó un tiempo, nos tocó volver para la entrevista con un orientador, el sr. Suazo, quien convenció a mi mamá para que no nos dejara internos. Ese día quedé aceptado en el INBA. Salimos por la puerta principal, y al admirar dubitativamente ese edificio a través de la reja, comencé a asimilar ese nuevo inicio, sin saber todo lo que significaría para mi vida y mi actual presente.
Miré a mi hermano y me dio pena, por nada del mundo quería ingresar ahí, ya estaba acostumbrado en colegio mixto, y ciertamente las intenciones de mi madre eran dejarnos internados a ambos. Con el pasar de los años, nos dimos cuenta que en su mayoría, los internos la pasaban mucho mejor, pero siempre se extraña el hogar...
Resolviendo los exámenes de admisión en la biblioteca, silencio total en la sala, mi hermano frente a mí, sentados en la misma mesa, jugándonos nuestro futuro colegial en esos instantes, todo para ingresar al Internado Nacional Barros Arana.
Pasó un tiempo, nos tocó volver para la entrevista con un orientador, el sr. Suazo, quien convenció a mi mamá para que no nos dejara internos. Ese día quedé aceptado en el INBA. Salimos por la puerta principal, y al admirar dubitativamente ese edificio a través de la reja, comencé a asimilar ese nuevo inicio, sin saber todo lo que significaría para mi vida y mi actual presente.