Cuando reflexiono sobre el pasado una parte de mi extraña esos días plenos de juventud, juegos e ideales que uno tiene cuando se es estudiante y en especial cuando eres alumno del INBA.
Recuerdo cada uno de los momentos que pasé mientras era inbano. La primera vez que entré a este pseudo hogar, parecía mas bien una universidad, no sé, algo distinto a un colegio normal y al entrar al Hall Central obviamente me fijé en la figura fría, grande y de un color verde oscuro que representaba a Diego Barros Arana. En esa mano extendida siempre se colocaban cosas, era algo demasiado gracioso. En varias ocasiones encontrábamos latas de bebida, botellas o uno que otro resto de comida en su mano y para que hablar del secreto inbano que esconde Diego, eso fue lo primero que me enseñaron la primera semana de clases, a todos nos dio risa, eramos pendejos.
En ese tiempo (1999 para ser más exacto), eramos pocos los alumnos del INBA, la verdad es que en cada curso habían hasta 40 o 45 alumnos, 4 cursos entre séptimo y octavo. Yo quedé en el A y mi hermano en el B. Mi primer profesor jefe fue Monsieur Piñá o Pedro Piña para algunos, pero el primer profe con el que tuve contacto el primer día, fue el curita. Luego tuvimos una charla de Sonia Arlegui Neira (profe de matemáticas, física e informática) y nos enviaron al patio amarillo para escuchar la bienvenida del rector, "El Panda", quien nos dio la bienvenida y así comenzó el año.
Cuando veo las fotos en esos años me viene cierto sentimiento de nostalgia, el haber perdido algo que de verdad añoraba. Me encantaba salir de mi casa y llegar al internado, además de pasar casi todo el día ahí por talleres y horarios de ciertos días como esos en que salíamos a las 5 :30 pm, los días viernes eran especiales, la comida era la mejor y si te quedabas por alguna anotación era lo de menos. La camaradería existente en el colegio fue lo que llamó mi atención, porque si bien surgen problemas entre algunos, porque siempre hay problemas relacionados a la convivencia en un colegio, se crea este ambiente familiar genuino y esa es una de las razones por la cual nunca me arrepentí de haber ingresado a esa "casa de estudios" y no haber entrado al Instituto Nacional.
Tuve la suerte de compartir 6 años seguidos con mis compañeros sin separarnos ni siquiera en el momento en que se suponía que el curso se dividiría para los electivos, ese fue un regalo.
Ahora es cuando más pienso en el internado, es claro que este mes influye mucho en mi vida y quizás en muchos de los ex-inbanos. En este sentido el aniversario significa algo distinto, creo que lo valoramos de otra forma, no como lo hacen los actuales alumnos que fueron tomando nuestros lugares y escuchan los ecos de nuestras voces. Para los que ya no estamos físicamente ahí, este aconteciemiento, este cumpleaños de nuestro internado es considerado como una instancia de reencuentro. Me da la posibilidad de ver a los que alguna vez formaron parte de mi familia inbana y el recordar parte del tiempo que compartimos juntos, anécdotas, travesuras e historias que quedaron sepultadas por las pisadas de los alumnos nuevos, pero siguen vigentes en nuestros pensamientos.
En una ocasión uno de mis mejores amigos, Daniel Mercadé ( inbano ), me dijo algo que aún recuerdo y da vueltas en mi cabeza: " Los amigos que haces en la media son las mejores amistades que puedes hacer, son los que quedan ". No es exactamnente lo que me dijo él, pero yo lo tomo y veo que tiene razón, los incondicionales están, aunque estemos lejos o sin vernos por mucho tiempo, cada uno de esos jóvenes inbanos de la generación 1999-2004 e incluso los caídos en el proceso, sabemos en que situación estamos, todo eso gracias al internado, que nos dio la posibilidad de conocernos y trascender como amigos en el tiempo, siendo buenos hijos y ahora ciudadanos muy conscientes, en todo sentido.
Espero ir al aniversario y me gustaría verlos a todos.
sábado, 12 de mayo de 2007
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